miércoles, 29 de julio de 2009

Shamu, la ballena bailarina

Nota: Las historias están ordenadas por fecha de publicación. Las más antiguas aparecen debajo de las más recientes. Si esta es la primera vez que lees a Octavio, tendrías que empezar por la historia del tiburón blanco.

Los dibujos que me manden los puedo agregar para ilustrar las aventuras de Octavio el octopus.

Continuación de la historia de los corsarios del coral.

La vieja tortuga sabía dónde estaba la ballena, que por cierto se llama Shamu, y había insinuado que Shamu en sí no era peligrosa, pero lo difícil sería llegar hasta ella. Octavio estaba intrigado por saber cómo encontrar a Shamu.

-Shamu, la ballena que estás buscando, es una vieja amiga mia. Ella me enseño cómo navegar océanos. Qué corrientes son las que conviene agarrar en las distintas épocas del año para llegar más rápido a un lugar. También me mostró los peligros del mar, lugares que una vez cada mil años se quedan sin agua de la noche a la mañana, una trampa mortal para cualquier pez.

- Y qué le pasó a tu vieja amiga? -preguntó Octavio-.

- Lo que pasó, fue que un día, viajando por el océano Atlántico, casi llegando a la Península de Valdés, el lugar dónde se encontraría con sus familiares y amigos, vio un barco enorme, blanco, repleto de pequeñas ventanas, con muchas luces, y del que venía una música que ella jamás había escuchado. Shamu, que tenía un oído agudísimo y además, por su condición de ballena, jamás se olvidaba de una canción, una cara o lugar, se quedó maravillada por aquella música desconocida. Entonces paró su marcha, asomó la cabeza para escuchar mejor y de paso dar un respiro, y se acercó despacito al barco. Cuando estuvo a pocos metros, vio que había un grupo de personas tocando varios instrumentos diferentes que hacían sonar una melodía ... -la tortuga empezó a tararear la melodía- ♫ ♪ la ra ri la ra ra raaa ... el suave murmullo, de tu suspirar ♫ ♪

- Qué música era? -
Preguntó Octavio-.

- Era un tango -
respondió la tortuga-. Pero lo que más le gustó a Shamu fueron los bailarines. En el barco había un hombre y una mujer que bailaban al son de aquella música. Bailaban abrazados, él daba un paso para adelante y ella uno para atrás. El hombre llevaba un saco, un pantalón y un sombrero, y la mujer un vestido rojo y un rodete en la cabeza. En ese preciso momento que Shamu observaba a los bailarines desde el agua, su corazón latía rápidamente porque había descubierto la danza que la haría feliz. Ese día Shamu descubrió que quería bailar tango.



- Bailar? Tango? -
preguntó extrañado Octavio y se echó a reir a carcajadas-.

- De qué se está riendo? -
preguntó un poco enojada la tortuga-. Lo que estoy contando es muy serio y le debería interesar, porque al fin de cuentas, el que tiene que encontrar a la ballena es usted.

Octavio se dio cuenta que haberse reído de la ballena estuvo mal. Recapacitó y dijo:

- Estuve mal. No tendría que haberme reído... pero me da gracia pensar en una ballena bailarina.

- Octavio, mi'hijo -
dijo la vieja tortuga-, qué hay de gracioso en que una ballena sea bailarina?

Octavio no sabía si responder o no a esa pregunta, porque sabía que la tortuga lo iba a retar por la respuesta que daría... Pero al final decidió decirle lo que pensaba:

- Es que la ballena es... ehhh... es... robusta.

- Y cuál es el problema?
-Pregunto sincera la tortuga, y agregó-. Vos sos un pequeño octopus naranja del coral, con la estatura de un bonsai y que pesa lo mismo que un kilo de mariposas. Sin embargo, hablando con las palabras de tu corazón, pudiste hacer que el gran tiburón blanco, que es miles de veces más grande y fuerte que vos, te perdonara la vida. Si el tiburón te perdonó la vida, no fue por lo que aparentas ser, sino porque supo que tus palabras eran verdaderas y por eso merecías su respeto. No veo cuál es el problema con el tamaño de la ballena y su sincero deseo de bailar.

- Es verdad -
dijo Octavio-, estuve mal por haberme reído.

- Si querés, puedo contarte como termina esa historia -
dijo sonriendo la tortuga-.

- Sí! Cómo, cómo?! -
pregunto Octavio-.

- Shamu, que sabía que quería ser bailarina, esperó a que los músico terminen de tocar y que los bailarines terminen de bailar. Y antes que el público que estaba en aquel barco comience a aplaudir, Shamu dio un salto tan, pero tan alto que todas las personas la pudieron ver. El salto, además tuvo un giro, igual al que la mujer hacía al bailar, y al caer al agua movió, la ballena movió la cola dibujando un ocho en el aire. Todos los que vieron aquello se dieron cuenta que Shamu estaba imitando a la mujer. Entonces, lo músico siguieron tocando, la pareja bailado y Shamu saltando y tratando de copiar los pasos del tango. Entonces, un hombre de negocios que estaba en el barco pensó que sería buena idea que Shamu tenga su propio espectáculo. Y le propusieron a la ballena ser parte del show. Ella felizmente dijo que sí y firmó un contrato. El contrato decía que los bailarines le enseñarían todos los pasos, que le darían toda la comida que ella quisiera, que viajaría alrededor del mundo junto con el barco y que tendría un mes de vacaciones todos los años.

- Entonces Shamu está bailando y viajando junto con el barco? Y dónde está el barco? -
preguntó Octavio, que para ese entonces ya quería saber dónde estaba la ballena-.

- No es tan simple -dijo muy seria la tortuga-. Porque cierto día que el barco, y junto él Shamu, viajaban por el océano Indico, en el norte de Australia, un pirata se cruzó en el camino y los tomó a todos de rehenes. Inclusive a mi amiga, la vieja ballena. Y ahora, Shamu es prisionera del pirata más tenebroso del océano. Nadie sabe dónde se esconde. Muchos países intentaron rescatar al barco, a los pasajeros, los músicos, los bailarines y a Shamu. Pero nadie los pude encontrar.

- Entonces, si nadie los pudo encontrar... Cómo los voy a encontrar yo?
-preguntó Octavio con tristeza y desilusión-.

- Yo sé que el barco pirata se llama Temor
-la tortuga de solo nombrar al barco tuvo un escalofrío y se le hizo piel de gallina en la caparazón- y que el pirata que lo navega se llama Malandro. Este pirata en lugar de un perico, lleva un cuervo al hombro que vigila las aguas y le avisa cuando hay personas cerca intentando encontrarlos. Es un cuervo vigilante.

- Y cómo puedo hacer para encontrarlos?

- Con esa medalla que llevas colgada, ellos te encontrarán primero a vos. Malandro anda detrás de todo tipo de tesoros. Esa medalla vale muchísimo para un pirata, pero mucho más para la Shamu.

- Por qué la medalla es tan importante para Shamu? -preguntó finalmente Octavio-.

- Esa es otra historia que ya habré de contarte. Hay que tener paciencia mi'hijo. -Dijo la tortuga mientras se le cerraban los ojos-.

La tortuga estaba cansada de tanto hablar, era vieja y necesitaba dormir una siesta antes de seguir con su relato. Octavio presentía que entregarle la medalla a Shamu no sería nada fácil. La descripción de Malandro el pirata, su cuervo y su barco llamado Temor que le había hecho la tortuga lo había asustado un poco. Octavio se dio cuenta que su vida ya no sería como antes. Que de ahora en más estaría llena de desafíos y nuevas aventuras.

domingo, 26 de julio de 2009

Dibujos de los personajes

Dibujo hecho por Catalina (5 años)


Dibujo hecho por Juanchi de Toti (el niño que vive dentro de él)

Otros dibujos que me enviaron los chicos los usé para ilustrar la historia. Los pueden encontrar en los capítulos: Los corsarios del coral, El misterio del tiburón blanco y la medalla yNaranja como el amanecer.

Cartas de los chicos

Carta de María y Catalina
Carta de Tomás



lunes, 20 de julio de 2009

Los corsarios del coral

Nota: Las historias están ordenadas por fecha de publicación. Las más antiguas aparecen debajo de las más recientes. Si esta es la primera vez que lees a Octavio, tendrías que empezar por la historia del tiburón blanco.

Continuación de la historia del gran tiburón blanco...

La única que podría saber acerca de la ballena era la vieja tortuga. Ella había vivido muchas vidas, conocía a todos los habitantes del mar y de la tierra. Tenía grabado en su caparazón el árbol genealógico de su familia, y sus antepasados la vinculaban con Marco Polo. Ustedes se preguntarán cómo puede ser que una tortuga esté emparentada con Marco Polo! Nosotros también. Lo cierto es que su antiquísima caparazón tenía ese nombre grabado y el autógrafo, y eso era señal de lo vieja que era.

Dibujo de Octavio y la Tortuga, hecho por María (7años), sobrina de Toti


Ya se había hecho de noche cuando Octavio se dirigía hacía la casa de la tortuga. Llevaba la medalla colgada y todavía temblaba un poco por los nervios de haberse encontrado con el tiburón. Le falta un rato para llegar cuando empezó a sentir que alguien lo perseguía. Octavio sintió un ruido y se dio vuelta para ver quién estaba ahí. No vio nada. Pero aun tenía el presentimiento que algo estaba por suceder, sentía en la nuca el calor característico que sienten las personas cuando alguien las mira. De pronto escuchó una suave y dulce voz que lo llama por su nombre. Era la vos más hermosa que jamás había escuchado. Trató de identificar de dónde venía, miró hacia un lado y el otro, pero nada. Estaba un poco asustado porque esa voz era desconocida, y a veces uno le teme a lo desconocido.

- ♪ ♫ Octavio, amiguito del coral ♫ ♪ Un destello de luna hace brillar tu corazón ♪ ♫ Cantaba la suave y dulce voz desconocida.

Octavio respondió:

- Lo que brilla no es mi corazón, sino la medalla que me dio el tiburón para la ...

Antes de terminar su oración Octavio vio una pequeña criatura verde-amarillento dar saltitos frente a él. Era el ser más hermoso que había visto en su vida. Tenía ojos redondos que pestañeaban al son de la música que de sus pequeños labios en forma de trompetita salía. No tenía aspecto de pez, más bien parecía un personaje de la mitología marina.

- Vos quién sos? Pregunto Octavio maravillado de ver tanta belleza.

- Soy una hipocampo. Respondió el pequeño ser.

- Ah, escuché hablar de ustedes, pero nunca los había visto por acá. Mi abuela la tortuga me contó que ustedes siempre andan de a pares, es cierto?

- Es cierto.
Respondió la hipocampo.

- Y tu pareja dónde está?

- Detrás tuyo, apuntándote con su estrellita de mar ninja. Esto es un asalto, manos arriba! Grito con una furiosa y finita voz la hipocampo.

Lo único que le faltaba esa noche a Octavio era que lo asalten. Menos que menos que le roben aquella medalla que el tiburón le había encomendado para la ballena. Igual por las dudas levantó las ocho manos. La hipocampo dijo:

- La medalla.

- La medalla qué.
Preguntó un poco enojado Octavio.

- Que me des la medalla pulpo.


- Perdón??? Me llamaste: P U L P O ???


- Sí, dale, dame la medalla que si no te morís.


- Mirá, te explico una cosa, yo soy un octopus naraja del coral y me llamo Octavio. Además, si me querés robar, primero aprendé a formular una oración. Porque eso de "la medalla" a secas no quiere decir nada.


- Qué te hacés el intelectual si sos un pulpo cualunque. No te conoce nadie. La medalla pibe.


- Mirá, mamarracho marino mitad caballo mitad saca corcho, a mi me conocen todos mis amigos y con eso me alcanza. Además mi tío Manotas triunfó en la pantalla grande y si quisiera yo también podría hacerme famoso. Pero no quiero.

Para ese entonces, el robo había mutado a discusión de conventillo. La hipocampo de la dulce voz gritaba como una vieja chillona y Octavio estaba casi rojo de furia. La hipocampo hizo un gesto con la cabeza a su pareja, que estaba detrás de Octavio, para que le tire la estrellita de mar ninja. La pareja de la hipocampo dijo:

- Estrellita, a él! El hipocampo no tiene manos, así que no podía tirar la estrellita, tenía que darle la orden de tirarse. Y una estrellita de mar ninja vestida de negro y con pasamontañas salío de las sombras hacía Octavio gritando "maremoto! maremoto!".

Nadie entendía bien a las estrellitas de mar, menos a esa que era ninja. Lo cierto es que justo cuando la estrellita iba a clavarse en la naranja piel de nuestro amigo, una enorme masa saltó para salvarlo. Era la vieja tortuga. La estrellita chocó con la caparazón y perdió el conocimiento, cayó desmayada en la arena. Los hipocampos huyeron dando pequeños saltitos verde-amarillentos.

Dibujo de los hipocampos, la estrellita, la Tortuga y Octavio hecho por Tomás (8años). Sobrino de Toti




- Parece que hoy es tu día de suerte Octavio. Estos hipocampos son los corsarios del coral. Están a la pesca de tesoros que luego usan para comerciar con humanos. Eso que llevas colgado vale mucho y podría asegurarles unas buenas vacaciones a estos seres.

- Y vos cómo sabías que yo estaba por acá?
Preguntó Octavio.

- No, no sabía, justo salí a hacer pis y escuché la discusión que tenías con la hipocampo, cuando me acerqué y vi lo que pasaba, no dudé en intervenir. Por eso te digo que hoy es tu día de suerte. Creo que es mejor que escondas esa medalla porque que te va a traer más problemas que buenos momentos. Quién te la dio?


- El tiburón blanco. Por eso iba a buscarte, para que me expliques algunas cosas que no entiendo.

- TIBURÓN BLANCO EL GRAN?!?!? La vieja tortuga estana anonadada. Octavio se alegró porque vio que a pesar de su vejez todavía había cosas que la sorprendían.

- Sí, me perdonó la vida a cambio de un favor. Que le entregue esta medalla a la ballena.


- Ay mi'hijo, te hubiera comido!


- No digas!!! Tan mala es esa ballena?

- La ballena es lo de menos, el problema es llegar hasta ella.


Continuará...

domingo, 19 de julio de 2009

A elegir la imagen para la portada

1- Coral?

2- City?
3- Playa?

domingo, 12 de julio de 2009

El misterio del tiburón blanco y la medalla

El coral en el que vivía Octavio, era un lugar tranquilo, excepto cuando algún gran tiburón blanco aparecía en busca de comida. Y eso es lo que sucedió el día que Octavio decidió emprender su viaje alrededor del mundo. Este tiburón blanco que cada tanto frecuentaba el coral era un personaje conocido y temido por todos. Nadie sabía su nombre, ni cuantos años tenía ni de dónde venía. Como su nombre lo indica, era enorme, tan grande como esos barcos cargados de mercaderías que pasaban por las afueras del coral una vez por semana rumbo a algún puerto. Tenía infinitas hileras de dientes que él mismo afilaba y pulía para salir de cacería.

A diferencias de los habitantes del coral, los tiburones blancos son seres solitarios. Seres del océano. Ellos no están en la costa, o en la fosa, o zonas cálidas o frías. Están en todas partes. Recorren el mundo navegando sus mares, conocen la superficie y las misteriosas profundidades. Lo que tienen de maravillosos, también lo tienen de temibles. Ellos respetan a los habitantes del mar, y por eso todos los respetan. Pero, como todos los animales e incluso las personas, también tienen que alimentarse.

Octavio estaba jugando a copiar texturas con sus hermanos cuando vieron una sombra acercarse desde lo profundo. El océano estaba calmo y el sol empezaba a caer sobre el horizonte. Ya era hora de volver a la cueva, pero los chicos a veces pierden la noción del tiempo cuando juegan y se olvidan de las recomendaciones que les hacen los padres. De pronto la sombra se transformó en una silueta conocida, el terror paralizó a Octavio y sus hermanos. El gran tiburón blanco se acercaba a mucha velocidad, los octopus, y todo el coral sabían qué quería. El tiburón necesitaba alimentarse y allí encontraría su cena.

Enseguida los octopus se mimetizaron con el entorno, una hermana de Octavio imitó en su piel la textura y color de una roca y cerró los ojos para que nadie pudiera verla. Otro se disfrazó de arena y otro de anémona. Pero Octavio, en medio de tanta tensión no supo dónde esconderse, y cuando quiso copiar el color y la textura de la superficie del coral se dio cuenta que algo no funcionaba. Hizo varios intentos y nada, seguía siendo tan naranja como cuando había nacido. El tiburón lo vio y fue directo hacia él abriendo la boca y mirándolo fijamente sin pestañear, como hacen los tiburones.

Todos los habitantes del coral ya se habían escondido.Octavio estaba solo frente al gran tiburón. Nuestro pequeño amigo había cerrado un ojo por el medio, pero mantenía el otro abierto para verle la cara, o mejor dicho los dientes, a su enemigo. Pero cuando las esperanzas ya estaban perdidas, se acordó de algo que le había dicho la vieja tortuga: "hasta los seres más temibles tienen corazón, usted trate de encontrarlo con la verdad". Y justo cuando el gran tiburón estaba a 10 centímetros de comerlo, abrió el ojo que tenía cerrado, levantó uno de sus ocho brazos y dijo:

- Un momento señor gran tiburón blanco! El tiburón frenó del golpe y una ola se levantó en la superficie del coral. Octavio se dio cuenta que tenía una oportunidad. El tiburón lo miró desconcertado.

- Le pido un momento, tengo que explicarle algo. Repitió Octavio. Mire don Tiburón, la verdad le tengo mucho miedo. Muchísimo. Y creo que si me come le voy a caer mal. Se puede empachar, le puede dar un ataque al hígado o algo. Si yo fuera usted, pasaría de esta cena anaranjada.

El gran tiburón se quedó paralizado, no sabía qué responder porque nunca antes le habían hablado así. Pensó un momento lo que Octavio le planteó y le pareció que el octopus podía tener razón. Por lo general él cazaba a sus presas por sorpresa, entonces ni siquiera tenían tiempo de asustarse. Pero le parecía que su viaje al coral tenía que servir para algo, y ya que se quedaría sin cenar, se le ocurrió pedirle algo a Octavio. Entonces dijo con su voz grave y ronca:

- Tus palabras son sinceras, y por eso voy a perdonarte la vida y no te voy a comer. Pero en cambio voy a pedirte una cosa -Octavio que todavía seguía asustadísimo asintió con la cabeza-. Quiero que me hagas un favor muy grande.

Octavio, sin saber qué le pediría el tiburón, enseguida asintió con su cabeza. Después de todo, nada podría ser peor que morir en las fauces de aquella bestia del océano. Entonces el tiburón prosiguió:

- En La Fosa, grieta más profunda y oscura del mar, hay un cementerio de barcos que se hundieron hace muchos años por distintos motivos: tempestades, desperfectos en la maquinaria, piratas que prefirieron morir antes de entregarse, guerras. Muchos de ellos están llenos de tesoros, cosas que nadie puede imaginar y por las que muchas personas arriesgarían sus vidas. Existen muy pocos seres que viven en esas profundidades, y sólo los tiburones y las ballenas podemos llegar hasta allí de vez en cuando. El favor que te tengo que pedir es muy importante. Necesito que encuentres a la ballena franca más vieja del oceáno y le entregues esto. El gran tiburón blanco sacó de entre sus dientes un
a medalla. Lo tenía guardado entre los dientes porque los tiburones no tienen bolsillos.

Octavio agarró la medalla, y lo miró un instante antes de preguntar:
- Y cómo voy a encontrar a esa ballena? Por qué no se la puede entregar usted mismo a ella?

El tiburón miró fijamente a Octavio y dijo:
- Todos los viejos seres del océano saben quién es ella, ellos te podrán guiar. Tu tarea es entregarle esta medalla y decirle que la encontré en el galeón Esperanza que transportaba objetos desde Las Américas a Europa. Ella sabrá qué hacer con ella. Los ojos del tiburón que eran oscuros como la profundidad del mar se tiñeron de tristeza. El tiburón sin decir otra palabra dio un giro y se alejó en lo profundo transformándose en una silueta y luego en sobra hasta desaparecer por completo.

Octavio el octopus estaba en el borde del coral con la medalla colgada alrededor del cuerpo cuando el sol se puso en el horizonte y la tenue luz de la luna que empezaba a nacer a los lejos, trazaba un camino plateado en el mar.



Dibujo de Octavio con la medalla, hecho por Catalina (5 años), sobrina de Toti

Continuará...

sábado, 11 de julio de 2009

Naranja como el amanecer

Había una vez un pequeño octopus naranja que vivía en aguas muy lejanas del nordeste australiano. El pequeño octopus se llamaba Octavio y había nacido en la cueva más hermosa del coral. Sólo en aquella cueva podían nacer octopus color naranja. Y eso sucedía porque un viejo coral rojo que vivía en la entrada de la cueva, dejaba pasar los rayos dorados del sol del amanecer. Esos rayos de sol que pasaban a través de el viejo coral, teñían el agua y las paredes de la cueva de color naranja. Como todos sabemos, los octopus son los seres que mejor conocen el arte de copiar. Así fue que nuestro amigo pintó en su piel el primer y más hermoso color que vio al nacer.


Dibujo hecho por Tomás (8 años), sobrino de Toti.

viernes, 10 de julio de 2009

Qué les parece Octavio el octopus?

Sus comentarios son bienvenidos y serán utilizados para enriquecer las aventuras de Octavio el octopus. Me gustaría tener la opinión de todos, la del niño que vive dentro de cada uno y, especialmente la de nuestros hijos, nietos, sobrinos y amigos.