domingo, 12 de julio de 2009

El misterio del tiburón blanco y la medalla

El coral en el que vivía Octavio, era un lugar tranquilo, excepto cuando algún gran tiburón blanco aparecía en busca de comida. Y eso es lo que sucedió el día que Octavio decidió emprender su viaje alrededor del mundo. Este tiburón blanco que cada tanto frecuentaba el coral era un personaje conocido y temido por todos. Nadie sabía su nombre, ni cuantos años tenía ni de dónde venía. Como su nombre lo indica, era enorme, tan grande como esos barcos cargados de mercaderías que pasaban por las afueras del coral una vez por semana rumbo a algún puerto. Tenía infinitas hileras de dientes que él mismo afilaba y pulía para salir de cacería.

A diferencias de los habitantes del coral, los tiburones blancos son seres solitarios. Seres del océano. Ellos no están en la costa, o en la fosa, o zonas cálidas o frías. Están en todas partes. Recorren el mundo navegando sus mares, conocen la superficie y las misteriosas profundidades. Lo que tienen de maravillosos, también lo tienen de temibles. Ellos respetan a los habitantes del mar, y por eso todos los respetan. Pero, como todos los animales e incluso las personas, también tienen que alimentarse.

Octavio estaba jugando a copiar texturas con sus hermanos cuando vieron una sombra acercarse desde lo profundo. El océano estaba calmo y el sol empezaba a caer sobre el horizonte. Ya era hora de volver a la cueva, pero los chicos a veces pierden la noción del tiempo cuando juegan y se olvidan de las recomendaciones que les hacen los padres. De pronto la sombra se transformó en una silueta conocida, el terror paralizó a Octavio y sus hermanos. El gran tiburón blanco se acercaba a mucha velocidad, los octopus, y todo el coral sabían qué quería. El tiburón necesitaba alimentarse y allí encontraría su cena.

Enseguida los octopus se mimetizaron con el entorno, una hermana de Octavio imitó en su piel la textura y color de una roca y cerró los ojos para que nadie pudiera verla. Otro se disfrazó de arena y otro de anémona. Pero Octavio, en medio de tanta tensión no supo dónde esconderse, y cuando quiso copiar el color y la textura de la superficie del coral se dio cuenta que algo no funcionaba. Hizo varios intentos y nada, seguía siendo tan naranja como cuando había nacido. El tiburón lo vio y fue directo hacia él abriendo la boca y mirándolo fijamente sin pestañear, como hacen los tiburones.

Todos los habitantes del coral ya se habían escondido.Octavio estaba solo frente al gran tiburón. Nuestro pequeño amigo había cerrado un ojo por el medio, pero mantenía el otro abierto para verle la cara, o mejor dicho los dientes, a su enemigo. Pero cuando las esperanzas ya estaban perdidas, se acordó de algo que le había dicho la vieja tortuga: "hasta los seres más temibles tienen corazón, usted trate de encontrarlo con la verdad". Y justo cuando el gran tiburón estaba a 10 centímetros de comerlo, abrió el ojo que tenía cerrado, levantó uno de sus ocho brazos y dijo:

- Un momento señor gran tiburón blanco! El tiburón frenó del golpe y una ola se levantó en la superficie del coral. Octavio se dio cuenta que tenía una oportunidad. El tiburón lo miró desconcertado.

- Le pido un momento, tengo que explicarle algo. Repitió Octavio. Mire don Tiburón, la verdad le tengo mucho miedo. Muchísimo. Y creo que si me come le voy a caer mal. Se puede empachar, le puede dar un ataque al hígado o algo. Si yo fuera usted, pasaría de esta cena anaranjada.

El gran tiburón se quedó paralizado, no sabía qué responder porque nunca antes le habían hablado así. Pensó un momento lo que Octavio le planteó y le pareció que el octopus podía tener razón. Por lo general él cazaba a sus presas por sorpresa, entonces ni siquiera tenían tiempo de asustarse. Pero le parecía que su viaje al coral tenía que servir para algo, y ya que se quedaría sin cenar, se le ocurrió pedirle algo a Octavio. Entonces dijo con su voz grave y ronca:

- Tus palabras son sinceras, y por eso voy a perdonarte la vida y no te voy a comer. Pero en cambio voy a pedirte una cosa -Octavio que todavía seguía asustadísimo asintió con la cabeza-. Quiero que me hagas un favor muy grande.

Octavio, sin saber qué le pediría el tiburón, enseguida asintió con su cabeza. Después de todo, nada podría ser peor que morir en las fauces de aquella bestia del océano. Entonces el tiburón prosiguió:

- En La Fosa, grieta más profunda y oscura del mar, hay un cementerio de barcos que se hundieron hace muchos años por distintos motivos: tempestades, desperfectos en la maquinaria, piratas que prefirieron morir antes de entregarse, guerras. Muchos de ellos están llenos de tesoros, cosas que nadie puede imaginar y por las que muchas personas arriesgarían sus vidas. Existen muy pocos seres que viven en esas profundidades, y sólo los tiburones y las ballenas podemos llegar hasta allí de vez en cuando. El favor que te tengo que pedir es muy importante. Necesito que encuentres a la ballena franca más vieja del oceáno y le entregues esto. El gran tiburón blanco sacó de entre sus dientes un
a medalla. Lo tenía guardado entre los dientes porque los tiburones no tienen bolsillos.

Octavio agarró la medalla, y lo miró un instante antes de preguntar:
- Y cómo voy a encontrar a esa ballena? Por qué no se la puede entregar usted mismo a ella?

El tiburón miró fijamente a Octavio y dijo:
- Todos los viejos seres del océano saben quién es ella, ellos te podrán guiar. Tu tarea es entregarle esta medalla y decirle que la encontré en el galeón Esperanza que transportaba objetos desde Las Américas a Europa. Ella sabrá qué hacer con ella. Los ojos del tiburón que eran oscuros como la profundidad del mar se tiñeron de tristeza. El tiburón sin decir otra palabra dio un giro y se alejó en lo profundo transformándose en una silueta y luego en sobra hasta desaparecer por completo.

Octavio el octopus estaba en el borde del coral con la medalla colgada alrededor del cuerpo cuando el sol se puso en el horizonte y la tenue luz de la luna que empezaba a nacer a los lejos, trazaba un camino plateado en el mar.



Dibujo de Octavio con la medalla, hecho por Catalina (5 años), sobrina de Toti

Continuará...

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